Cuando la Narración, desde el Juego, se convierte en Comunicación

 

por Sandra Burmeister (Chile)

 

 

La idea de sentarme a escribir un ensayo con el significado que para mí tiene la narración de cuentos, ha sido motivante y complejo. Visto desde mi perspectiva espero cumplir con el objetivo, medido en una cantidad de palabras señaladas, que puedan entregar una orientación práctica, a otras personas que desean ser narradores y narradoras.

En la casa de mis abuelos paternos, todos los nietos solíamos sentarnos frente a la chimenea a observar las chispas que saltaban en el aire, y sonaban, cual música mágica de las salamandras. El sonido del chisporroteo era tan fuerte que nos llegaba a asustar y terminábamos riéndonos, de manera nerviosa. Las chispas del fuego, eran los duendes traviesos que nos saludaban, según, contaba mi abuelita paterna. A lo que nosotros, los nietos, con curiosidad, preguntábamos si eso de los duendes, era verdad, o no, reflexionando en silencio sobre tal mágica y ocurrente idea. Fue así que en esa casa, cada invierno compartimos historias, cuentos, mitos y leyendas frente al calor del fuego o en la sobre mesa de los almuerzos dominicales. Muchas de estas narraciones, eran historias del Norte y Sur de Chile, que habían sido contadas, de generación en generación, como la del �cuero� del Sur. Según mi tata, era un cuero con vida propia, que se transformaba en alfombra, para asustar a las personas. Así como las historias de duendes y hadas _que fueron la que más archivé_ por la herencia irlandesa y escocesa de nuestra abuela. Hermosas tertulias familiares, en que se incentivaba mucho a la imaginación infantil, entre dos generaciones diferentes; abuelos y nietos, que además de ser entretenidas, nos permitía, compartir un espacio acogedor en familia. Todo esto combinado a las melodías de instrumentos musicales, que tocaban nuestros padres y tíos. Cantar, recitar, bailar y contar, donde por supuesto, los niños queríamos participar de las formas más divertidas posibles, y nos disfrazábamos, con retazos de géneros, pelucas, zapatos, polleras, pedazos de lana y otros cachureos útiles, que la abuelita guardaba en roperos antiguos. Hoy es más complejo encontrar momentos íntimos en familia, donde echar andar la parte creativa e inventiva, es decir, se deben hacer malabares para que las cosas se den de manera natural, sin la interrupción de la prisa diaria que conlleva el mismo trajín de las personas, donde se incluye el ring ring musical, de las batucadas que tocan los celulares. Por otra parte, las casas cada día están más reducidas en tamaño _hablo de la clase media_ y que tampoco son casas, más bien, son departamentos que en el mejor de los casos, están bien construidos para aguantar terremotos y más seguros de los asaltos.

Cada día hay menos roperos, menos cachureos, y menos trapos que encontrar, excepto en las tiendas de telas por kilos, que los actores conocemos muy bien, para confeccionar vestuario para teatro. Pero, hay otros recursos que podemos aprovechar.

Como anécdota, puedo contar que hace pocos días atrás, contraté un trencito de cumpleaños, tipo locomotora, con carita feliz, que lleva pasajeros y recorre un cuadrante de la ciudad. Cuando me llamó el conductor del tren, avisando que ya venía acercándose a mi domicilio, se me apretó el estómago de la emoción. Los niños del cumpleaños, quedaron boquiabiertos, con la sorpresa y en seguida subieron al tren. Pero no sólo ellos subieron, también los adultos anduvimos en el tren. Entonces recibí el comentario por parte de una de las madres, que el momento vivido fue como la de estar dentro de un cuento. Ese momento, se archivó como único, y se convirtió en un nuevo relato para grandes y chicos. Todos nos dejamos llevar por la alegría; niños, padres y abuelos, nos permitimos vivir algo nuevo y creativo, que nos hizo cantar, conversar y compartir relatos en común.

La capacidad de jugar es parte del Ser, y no tiene edad, solamente, hay que estimularla con algo que saque a la persona de la rutina diaria. Los escritores, así como los narradores, siempre inventan, y encuentran momentos significativos para vivir junto a otras personas, porque desde esos instantes, surgen las imágenes con las historias para escribir o narrar.

Por supuesto, que el bombardeo de los medios de comunicación, en vez de ser un aporte para la creatividad humana, muchas veces se convierte en un ruido comunicacional, tan repetitivo, que es capaz de anestesiar a cualquier ser humano, con un coeficiente de inteligencia, relativamente normal. Me refiero a que la tecnología no es ni buena, ni mala, es sólo una posibilidad más, de desarrollo para las personas. El cómo administrarla, cómo decodificarla, cómo canalizarla y también cercenarla de raíz, cuando la ocasión lo amerita, tiene que ver con el criterio, valores y discernimiento de cada persona. Hay que salir del estado de modorra, del aburrimiento, del desgano y del letargo cerebral, todo esto con mucha voluntad. Se deben dejar a un lado los prejuicios y la crítica ajena, cuando se desea explorar el mundo de la narración. Porque, todos los seres humanos, somos narradores innatos, desde muy pequeños, ya que somos seres creativos y comunicativos, por excelencia. De los cinco sentidos, que tenemos, tanto oído, olfato, vista, tacto y gusto, más el sexto, llamado intuición; todos están vinculados para servir de herramientas en la comunicación verbal y en la comunicación no verbal. Desde la forma humana más básica, hasta la forma humana más evolucionada respecto del lenguaje.

Observando a diario nuestra cultura occidental, me pregunto, si nuestra sociedad favorece, o, no, a la creatividad de la palabra, desde lo más llano y puro que surge en la primera infancia. ¿Lo hacemos como sociedad? ¿Facilitamos la narración desde la infancia? Se podría responder que sí, mediante las disertaciones en base a temas. Pero aún así, sigue siendo una obligación, poco placentera para la mayoría. Y narrar debe ser algo placentero para el narrador y para el oyente. Y con esto recuerdo un episodio, personal, que relato aquí. Tendría unos siete años de edad, más o menos, cuando mis padres fueron citados al colegio, por parte de la profesora jefa, porque su hija (yo) en vez de atender a su clase, la interrumpía constantemente, con mágicas historias, inventadas en el momento, que distraían a los otros niños. En un comienzo, esto para la profesora fue algo novedoso y divertido y al principio lo permitía, pero luego se transformó en un problema, cuando la situación se volvió repetitiva. Así que, a partir de esa reunión, hubo que �aterrizarme� forzosamente al planeta Tierra, para que, finalmente, desistiera de estos momentos creativos que nacían en medio de un salón de clases y que desgraciadamente, rompían el esquema de un cierto sistema educacional. Al pasar de los años, aún siendo niña (y esto lo sé, ahora, como adulta) entré en un estado de adormecimiento, y me volví más tímida; que extrovertida y más callada; que comunicativa.

Largo tiempo pasó, para que la vida me trajera dos vivencias que, en definitiva, me condujeron a esta faceta actual como cuentacuentos o narradora, y que hoy exploro bajo un estilo propio. La primera vivencia, fue en mi formación como actriz y la segunda, fue en la de convertirme en madre. La primera, me proporcionó diversas técnicas para conocer artísticamente, el cuerpo, la voz, las emociones, el espacio escénico, la memoria, análisis de textos, géneros y tipos de teatro, etc. Con esto estimulé la creatividad y reforcé el trabajo en conjunto con otras personas, desde lo individual, a lo grupal y viceversa. Era un tiempo de absorber el conocimiento, de quienes daban instrucciones, mientras los demás atendíamos y ensayábamos. Y con la segunda _la de ser madre_ hubo dos momentos, que me mostraron el boceto de lo que vendría más adelante conmigo respecto a contar cuentos. El primer momento, fue crear un personaje infantil que entretuviera a los niños en un jardín infantil, algo que hice con todo gusto, y así fue como surgió la pepona �Doroti�. Y el segundo momento, fue, a partir, de la educación básica escolar de mi peque, ya que dio origen en mí, a la necesidad preponderante, de encontrar la fórmula entretenida, que ayudara a los niños y a las madres y apoderadas, a cumplir con las lecturas obligatorias de sus hijos, de una forma entretenida. ¿Cómo fomentar la lectura? ¿Cómo difundir autores nacionales? ¿Cómo entretener a nuestros hijos con la lectura y los libros? Fueron las preguntas que me hacía, año a año, y que finalmente, me llevó a soñar despierta, con la narradora de cuentos infantiles, que estaba latente dentro de mí.

Crear algo distinto referente a leer. Recuperar la lectura de cuentos infantiles como un espacio acogedor, amoroso, juguetón y alegre, dando énfasis a los autores de los cuentos y a sus mensajes al lector. Recuperar las horas de cuentos entre abuelos y nietos. Reunir a toda la familia frente a un libro; frente a una historia. Todo esto me motivó a sacar del baúl de los vestuarios, a mi pepona, y a replantearme en una nueva propuesta, a la cual llamé, simplemente; �Dorothy y los niños�. En esta propuesta de cuentacuentos, se incluye teatro, narración, lectura dramatizada, música, y otros ingredientes que vamos añadiendo, con mis colegas, según cada cuento y el matiz que se desea ofrecer.

Para la exposición narrativa, me es fundamental añadir el verbo: �jugar�, puesto que las palabras, cumplen la función de ser parte del juego escénico. En inglés �To Play' significa jugar, pero también se entiende que es el juego del teatro. Y referente a esto, en lo personal, siento que conocer técnicas para la expresión de la emoción y del sentimiento mientras se narra un cuento, es algo importante de entrenar y conocer. Por supuesto, conservando la naturalidad propia del acto del narrador durante su cuento. Yo diría que la diferencia más grande entre actor y narrador, es que el actor mantiene la cuarta pared del escenario para lograr la condición imprescindible del teatro, que es la �soledad en público del personaje� estando dentro de un pequeño, mediano, o gran círculo de atención. Por supuesto, se está interpretando a un personaje distinto al actor, si comparo al oficio que realiza el narrador, esto si hablamos de exponerse como persona, sobre un escenario y no como un personaje elaborado. Pero el narrador también se convierte en un personaje en escena, el cual suma ciertas características personales de su persona, que pone en juego sobre el escenario. El narrador va más al desnudo de su propio yo, no utiliza caretas como el actor en teatro, en ese sentido es como el cantante, que rompe constantemente la cuarta pared del escenario para dirigirse directamente al público como oyente. Es decir, el narrador es un emisor directo, del receptor público. En la medida que narra, va captando las emociones de su público y las respuestas, y en la retroalimentación del mensaje, se produce la conexión, en la cual puede ir improvisando y tanteando el terreno del relato, con el público. Como he vivenciado ambas situaciones, sé que la conexión es mínima entre ser actriz y ser narradora, y que el entrenamiento como actriz ha fortalecido a la narradora en escena. Veo a la narradora como una comunicadora directa. En mi caso encontré el punto medio para realizarlas todas, es decir: la actriz con el personaje, sin caer en el monólogo. A la narradora, como yo dentro del personaje que cuenta cuentos, la cual educa y enseña, capaz de compartir escenario con otros personajes que participen de la narración. Para entregar el servicio de narradora, o de narrador, considero importante sentir el deseo de compartir historias, y tener la voluntad para hacerlo. Reitero mucho en la palabra voluntad, porque sin voluntad, no se hace nada. Tener la pasión por lo que se hace y por la vida. Tener la empatía suficiente, para con el público a quien se dirige. Es importante analizar al público al cual se desee cautivar. Es necesario conocer el espacio donde se desea llegar y conocer y estudiar los temas que motivan contar. La vivencia en el escenario lo da, solamente, la experiencia, con ella las emociones y los sentimientos. El narrador o la narradora se hacen con la experiencia. Es la entrega total sobre el escenario la que nos confiere la gracia de narrar. Es el ánimo permanente, ya sea ante un gran público, o ante un grupo pequeño lo que nos permite comunicar. Desde esta perspectiva y dinámica, se puede alcanzar el punto álgido de comunicación, y cuando se alcanza este punto, entonces, recién podemos hablar del Arte de la Narración.�

(Gracias por leer y cualquier consulta, escríbeme a tatrexto(arroba)gmail.com)

 

Pepona es la muñeca de trapo, con trenzas de lana, que las abuelitas confeccionaban para sus nietas.

Enviado por su autora, Sandra Burmeister, para la Red Internacional de Cuentacuentos.

Prohibida su reproducción, total o parcial, sin permiso de su autora Sandra Burmeister.

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