¿Todos los cuentos se pueden narrar?

 

por Vivi García (Argentina)

 

 

Digamos que casi todos los cuentos son "narrables". Y partiendo de la idea de pensar en la narración oral como un hecho artístico y una herramienta pedagógica irrenunciable, con sus técnicas y códigos específicos, cabe recordar, que cada vez que contamos estamos haciendo una adaptación a la oralidad de una obra literaria. Dicha obra nació para ser leída, y el narrador oral la "mueve" al terreno de la palabra "dicha", de manera coloquial, con el fin de acercarla a los escuchadores e invitarlos, por qué no, a leerla, para escuchar a solas, la voz del autor.

Si tomamos, por ejemplo, el cuento "Ruidos bajo la cama", de Mathis, que editó Adriana Hidalgo, un libro álbum, en el que las imágenes narran muchísimo complementando un texto breve, compuesto por un diálogo entre un nene y el monstruo, y luego el nene y su papá; aún, con estas característica, puede ser contado, o sea, llevado a la oralidad bellamente.

El trabajo de adaptación (trabajo de mesa) que hará quien desee contar un cuento, consiste en la apropiación de la historia a partir de la lectura reiterada de los textos e imágenes del libro. Leer y contar, un juego que el narrador juega todo el tiempo y en soledad, hasta que decide mostrar el producto oral. En soledad, lo reitero, el narrador leerá para sí y se narrará la historia hasta "ponérsela en el cuerpo" (como un hermoso y querido traje). Y decidirá todo el tiempo qué dice y qué calla para beneficio estético del relato. Con esta obra deberá decidir si conserva los diálogos en forma directa, en tal caso le "pondrá la voz al niño, al monstruo y al papá", o los llevará a las formas indirectas, por ejemplo: " entonces el monstruo le dijo que tenía horribles tentáculos viscosos". Ponerle la voz y la actitud corporal a los personajes no significa, necesariamente, cambio de voces, requiere, sobre todo, poder impregnarle una característica a la manera de hablar de cada uno, una actitud corporal de cada uno, siempre austeramente, sin sobreactuaciones. Un narrador o narradora, podrá optar cómo contar cada historia que selecciona para llevar a la oralidad, debe "escuchar" siempre a su cuerpo, lo podrá hacer sentada, parada, apoyada en un banco alto, en una alfombra con los chicos sentados en círculo" ¡dejarnos atravesar por el juego a la hora de contar!, ese es el desafío, para que la historia fluya en el "contador" y llegue a los oyentes y sean ellos los que puedan construir las imágenes que el relato genera. Entregarnos al disfrute de la palabra dicha y escuchada, descubrir, una vez más, que el cuento, que alguien "me cuenta", convoca. Alguien me entrega una historia, y me la ofrece con la voz, el cuerpo, la palabra, la mirada, los gestos y los silencios"

Aún en tiempos de tanta tecnología, tanta imagen, como estos que transitamos, los cuentos narrados y leídos siguen invitando a un fogón imaginario alrededor del cual "vivimos" lo que escuchamos. El relato cobra vida en el cuerpo del narrador. Poco importa qué se cuente, el desafío está en "cómo se cuenta".

Y por supuesto, después de contar una historia tan bonita como "Ruidos bajo la cama", sugiero compartir el libro. El libro para tocarlo, olerlo, leer sus imágenes, su texto y paratexto, en fin, para seguir la fiesta que comenzó cuando el narrador descubrió ese cuento, se apropió de la historia a través de la lectura, fortaleció las imágenes que esa lectura le permitió crear en su interior, lo narró e invito a leerlo. Un viaje redondo" Leyó, narró e invitó a leer.

"Ruidos bajo la cama", presenta, con un lenguaje claro, descriptivo y divertido el clásico miedo infantil al "monstruo". La historia nos brinda suspenso y humor a través de ese diálogo "valiente" entre un nene y el dueño de " los colmillos amarillos y aliento a huevo podrido", hasta que aparece en escena" el papá; ese papá, "¡GIGANTE!"

El autor logra que el lector o escuchador construya su propio monstruo, lo vea, lo perciba, y hasta se enternezca con la huída del extraño ser de "garras envenenadas" ante la presencia de ese "papá aterrador".

Elegí para narrar "Ruidos bajo la cama " fundamentalmente porque me gustó la historia, porque me permitió contarla desde diferentes lugares: narrador omnisciente, el nene, el monstruo, el papá. Pude jugar con el relato.

Leí cuidadosamente el texto, breve y rico; y me detuve en cada ilustración, y así pude descubrir el murciélago, la luna, la lluvia, el gatito, una chimenea que dibuja con el humo arabescos en el cielo, y a un monstruo lleno de miedo escapando de un papá capaz de "romper las copas con sólo estornudar""

Este giro final de la historia, me sedujo, y no dudé en elegirlo.

 

 

Enviado por su autora, Vivi García, para la Red Internacional de Cuentacuentos. Publicado por primera vez en la Revista de Literatura infanto-juvenil "Cultura-lij".

Prohibida su reproducción, total o parcial, sin permiso de su autora Vivi García.

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