La importancia de la narración oral en la formación de lectores

 

por Rosangela Rauen (Brasil)

 

Este texto es una reflexión sobre la cuentería o el arte oral de contar cuentos como forma de traer magia y encantamiento a la práctica docente, procurando despertar en los oyentes el interés por la lectura.

Empezamos desde el punto que aprender a leer es más fácil que aprender a escribir y que escuchar cuentos es una forma de leer. El primer contacto de los niños con la lectura ocurre cuando los mayores les cuentan historias, leyéndolas.

Sin embargo, leer una historia no es lo mismo que contarla. La lectura se apoya en el libro. La cuentería se apoya en la memoria del cuentacuentos. Existe la oportunidad del contacto con los ojos y, además, contar también es una forma de tocar, de brindar atención y cariño.

En los cursos elementales es muy importante la cuentería o la lectura previamente preparadas, puesto que al hacerlo, el maestro/cuentacuentos identifica los signos de puntuación usados por el autor y los efectos pretendidos por él, reconoce las palabras de dicción más difícil, familiarizándose con la mejor forma de pronunciarlas.

Esa es una forma de alfabetizar por medio de la audición: las estructuras de la norma de prestigio de la lengua escrita van fijándose en la memoria y más tarde, el pequeño oyente puede servirse de ellas con mayor familiaridad.

Si el cuentacuentos se basa únicamente en su memoria, contando historias que escuchó en la niñez o que escuchó de otros cuenteros, la cuentería estará muy cercana a la oralidad y el vocabulario será el que se utiliza corrientemente.

Sin embargo, si tiene como base el texto escrito, el vocabulario que el oyente recibe durante la narración oral y que se convierte en parte de su acervo personal, podrá ser más rico, y cuanto mayor sea el vocabulario, mejor será la comprensión de los textos. Es también una manera de acercarlo no sólo al proceso de la lectura, sino que se le proporcionará la entrada en mundos que se valen principalmente de la escritura.

Por otro lado, contar todo el cuento sin interrupciones da al oyente la impresión de que el texto es todo un conjunto, tiene un principio, medio y fin. Cuando la cuentería se interrumpe a menudo para enseñar las imágenes del libro, por ejemplo, o para explicar partes de la historia, el oyente percibe el texto como un compuesto de pequeños bloques y no como un "tejido", entrelazado y fluido.

Mostrar el libro después de contar el cuento extiende el puente entre aquél y el cuento narrado, para que el oyente sepa dónde podrá encontrar esa historia, si desea volver a leerla.

Ese contacto con el libro y los cuentos, y también con otros lectores es decisivo para la formación del lector, pues el interés por la lectura es resultado de una labor conjunta de diversos agentes de lectura que incluye a la familia y el colegio. Este último puede servirse, entre otras posibilidades, de narraciones orales bien preparadas para enriquecer el trabajo en el aula.

La elección del repertorio es una cuestión de gran importancia, puesto que de ello depende el éxito del cuentacuentos.

Para identificación de un buen cuento, hay que señalar que siempre se parte de un equilibrio. Surge un conflicto, un problema que requiere una solución. Y esta debe ser pertinente para despertar el interés del lector infantil y atraerlo hacia el texto, permitiéndole identificarse con la obra, pues él no necesita tener el mismo distanciamiento que el lector adulto tiene. Él puede, a veces, identificarse con personajes del cuento y sentirse parte de él.

Además, la producción gráfica debe ser de buena calidad, con ilustraciones que desarrollen una historia paralela al texto escrito, añadiendo cosas que no dice, huyendo de lo obvio.

Se necesita mucha lectura, una buena investigación, hasta que aparezcan cuentos que digan algo de forma especial, al cuentacuentos. Que lo emocionen. Emoción es risa, admiración, miedo, encantamiento, reflexión, sorpresa, suspenso y lágrimas también.

Para contar historias con el fin de formar lectores es necesario que los ecos del texto narrado repercutan en lo íntimo del oyente, despertándole el interés en escuchar atentamente para reproducirlo después.

Por eso, es importante que el narrador, además de elegir un buen cuento, adecuado al público en cuestión, lo prepare muy bien reconociendo los detalles importantes, las partes que lo componen, repitiéndolo en voz alta diversas veces hasta dominar a la perfección el texto, para no repetirlo mecánicamente y, más todavía, es fundamental no tener prisa. Es necesario involucrarse, enamorarse de la historia y contarla por el simple placer de contar.

Mientras cuenta la historia, la mirada se esparce por el público y establece un vínculo entre el cuentacuentos y cada oyente, como si el cuento estuviera siendo contado a cada uno en particular.

La pausa es un arte y debe ser cultivado con esmero porque su uso adecuado enriquece sobremanera la cuentería. Por el contrario, la pausa exagerada o en momentos inoportunos roba los atractivos del texto, causando aburrimiento.

Ritmos diferentes durante la cuentería también la enriquecen. En momentos de conflicto se puede acelerar el ritmo del habla, introduciendo al oyente "dentro" del cuento y convirtiéndolo en participante de aquella situación.

La voz debe ser modulada para hacer la historia más atractiva, haciendo las voces de los personajes, sin escenificarlos como lo hace un actor.

Es preciso sentir-se capaz de cautivar al oyente con la magia de la palabra pronunciada, de hechizarlo con la modulación de la voz, para que él, encantado por las imágenes sugeridas por el texto, actúe en calidad de co-autor, haciendo conexiones entre el texto escuchado y otros ya conocidos por él; entre su propia experiencia de vida y la experiencia vivida por los personajes, siendo capaz de crearlos mentalmente de la misma forma que los escenarios, involucrándose en el texto y, de esa forma, participando del acto de lectura.

Contar cuentos de esa manera es pretender centrarse en el texto. Haciendo uso de mantos, sombreros, capa de mago y otros accesorios, la atención se centra ahora en el narrador. Él es el espectáculo. Y la importancia del texto se diluye, queda en segundo plano.

La imaginación es nuestra característica más rica y sólo el ser humano la tiene. En la lectura literaria es ella la que interactúa con la ficción presente en el texto, la que llena los vacíos presentados por él, la que formula hipótesis acerca de la lectura, la que da cuerpo a los personajes. Y, al mismo tiempo, las narraciones alimentan esa imaginación.

Se puede tener en el aula el "rincón del cuento"; en la biblioteca, un lugar con una alfombra y cojines; o el maestro puede tener una caja decorada, hermosa, en la cual ocultará el libro que será la sorpresa de la tarde. Puede también ir al patio y, bajo los árboles, crear una atmósfera de encantamiento para contar la historia. Puede simplemente volverse hacia los niños y con voz diferente a la de costumbre, más solemne, iniciar la narración.

El momento de la cuentería es un momento mágico. Y eso debe quedar claro al estudiante. Algo va a pasar ahora. Una historia va a ser contada. Un secreto será revelado.

Enviado por su autora, Rosangela Rauen, a la Red Internacional de Cuentacuentos.

Prohibida su reproducción, total o parcial, sin permiso de su autora Rosangela Rauen.

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