Los dondes de los cuentos

 

por Paco Abril (España)

 

I

Todas las noches, antes de disponerse a dormir, miles de bocas infantiles, en diferentes lenguas, solicitan que se les relate un cuento como si fuera el pasaporte imprescindible para adentrarse en el país de los sueños

Nadie escucha con mayor interés que un niño o una niña que está oyendo un cuento que le fascina. Podemos asegurar que lo hace con los cinco sentidos. ¿Por qué los cuentos tienen ese enorme y misterioso poder de atracción? ¿Por qué los niños y las niñas reclaman cuentos como si les fuera la vida en ello? ¿Qué les dan esas ficciones que tanto les atraen?

Los cuentos, las ficciones para los más pequeños, son una necesidad vital. Los cuentos se dirigen al oído emocional de los niños. Ese oído está muy desarrollado en la infancia, me atrevería a decir que es su oído más fino. Los cuentos son, también, un mapa emocional de la infancia, un mapa que les permite encontrar el camino para cubrir esas necesidades apremiantes.

Cuando se les cuentan cuentos a las niñas y a los niños se les ofrecen diversos dones que responden a esas demandas perentorias.

¿Cuáles son estos dones?

Uno de estos dones es el don del afecto . Cuando le contamos un cuento a un niño le decimos, sin decírselo con palabras: Te cuento este cuento porque te considero, porque te valoro, porque te tengo en cuenta, es decir, porque te quiero.

La vitamina A del afecto nos permite crecer por dentro, por donde no se ve, pero se nota. Ya decía Goethe que "sentirse amado da más fuerza que sentirse fuerte".

Don del acercamiento a la realidad

Los cuentos, no sólo satisfacen necesidades afectivas, sino que propician también el deseo de saber, de explorar. Y así entramos en otro don que voy a denominar, " don del acercamiento a la realidad o del círculo cuadrado ". Son muchas las personas que opinan que los cuentos son mentiras. Sin embargo, los cuentos llevan a la verdad a través del laberinto de la imaginación. Ayudan a los niños a comprender el mundo y a comprenderse a sí mismos.

Algo no puede ser mentira y verdad a la vez. Un círculo no puede ser cuadrado, es cierto. No puede serlo excepto en los cuentos.

Porque los cuentos, aunque estén construidos con los materiales de las mentiras, tienen el poder de acercarnos a la verdad de la realidad y a la verdad de nosotros mismos. Ése es el círculo cuadrado de los cuentos.

Pero si bien los buenos cuentos permiten que los niños y niñas se acerquen a la cruda realidad del mundo, a la vez, les permiten liberarse de la tensión que les produce esa misma realidad. Les permiten fugarse de ella, alejarse de la opresión de lo cotidiano, de las normas, las imposiciones, de los avisos, las recomendaciones y las recriminaciones.

Y ése será otro don, que voy a llamar don de la fuga en honor a la poetisa Emily Dickinson, que en versos memorables escribió:

¡Siempre que escucho la palabra Fuga/ se me acelera el pulso,

crezco en expectación,/en vocación de vuelo.

Un inmejorable texto para ilustrar este don de la fuga es el que escribió Andrea, una niña de siete años, al hablar de su monstruo interior, un monstruo que estaba hecho con lo que menos le gustaba de sí misma, y cuyo nombre era el mismo que el suyo, pero con las letras cambiadas, escribió: "Denara tiene unas pequeñas alas con las que vuela a otro mundo cuando su madre le pide que recoja su habitación".

Proporcionarnos alas, permitirnos viajar a mundos desconocidos y, a la vez, escaparnos de lo que nos oprime y angustia es, en resumen, lo que nos proporciona ese don de la fuga.

Otro don, emparentado con el anterior, lo he denominado el don del consuelo . Consolar es aliviar la pena o aflicción de alguien. Y los cuentos producen este efecto consolador. Una narradora quechua afirmaba que los cuentos se contaban para dormir el miedo y Rudyard Kipling llegó a decir que "las palabras son la droga más poderosa usada por la humanidad".

Los seres humanos somos criaturas ávidas de palabras. Los cuentos están construidos con ellas, por eso nos proporcionan también el don de la palabra . Las palabras de los cuentos no son ruidos carentes de significado, al contrario, son palabras significativas que tienen sentido. El lenguaje se transforma en ellos, sobre todo para los niños y las niñas, en un masaje aliviador, aunque pasen miedo al escucharlos.

Los seres humanos, para conseguir ese extraordinario logro que es el habla, precisamos vivir inmersos en una sociedad de hablantes. Sólo si oímos hablar aprendemos a hacerlo. El ambiente lingüístico es fundamental para aprender a hablar. Y un inmejorable y rico ambiente lingüístico es el que se les regala a los niños y niñas al contarles cuentos.

Y vayamos a otro don, y ya son cinco, lo denominaré don de la identificación . Los niños y las niñas se ven reflejados en los cuentos como si estuvieran viéndose en un espejo. Ven, en ese espejo, cómo otros están pasando por vicisitudes semejantes a las suyas y se identifican con ellos. Esos personajes y las situaciones por las que pasan les dan claves para entender lo que ellos mismos sienten. La razón por la que muchos niños y niñas piden que se les repita una y otra noche el mismo cuento puede ser, precisamente, porque encuentran en ese relato identificación con sus personajes, explicación a lo que no entienden y alivio a sus temores. Por eso comparto la teoría del final feliz de Gustavo Martín Garzo. Los cuentos para la infancia tienen que acabar bien, no dejar un gusto amargo de desesperanza. "El final feliz "afirma Garzo" no comporta sólo una opción moral, sino algo que es más importante, una opción amorosa." Lo que nos lleva otra vez al don del afecto. Pero ojo, el final feliz no es sinónimo de ñoñería ni de hurtar a los niños la dureza de situaciones con las que no van a tener más remedio que enfrentarse. En los cuentos del final feliz que defiendo, los niños podrán bajar a los infiernos, pero les quedará abierto un resquicio por el que podrán escapar de ellos.

Y paso a enunciar el penúltimo don, y con este son ocho. Lo he llamado el don del conocimiento .

Los cuentos no sólo dan explicaciones vitales a los niños, también les suscitan todo tipo de preguntas. Las preguntas son la génesis del conocimiento, son algo así como el motor de la conducta exploratoria.

El noveno y último don que he descubierto hasta el momento es el don de la imaginación . Uno de los más grandes psicólogos de toda la historia de la psicología, L. S. Vigotski (nacido en 1896 y fallecido en 1934), escribió un libro que se tradujo al español con el título La imaginación y el arte en la infancia . En menos de cien páginas nos habla del decisivo papel que la imaginación ha jugado y juega en la vida de los seres humanos. La imaginación no sólo no es la loca de la casa, como tantas veces se ha dicho, sino que es una capacidad sin la cual la humanidad no habría podido salir del estado animal, ya que, como escribió Vigotski: "Todo lo que nos rodea y ha sido creado por la mano del hombre, todo el mundo de la cultura, a diferencia del mundo de la naturaleza, todo ello es producto de la imaginación y de la creación humana, basado en la imaginación".

Y los cuentos son uno de los más sofisticados productos de la imaginación humana.

 

Enviado por su autor, Paco Abril, a la Red Internacional de Cuentacuentos.

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