Gajes del oficio

 

por Martha Escudero (Barcelona, España)

 

Yo cuento, tú cuentas, todos contamos

Todos hemos oído contar cosas, explicar lo que sucedió en la escalera, en el colegio o en la oficina. De hecho todos contamos: cosas que nos han pasado o cosas que sentimos y pensamos, sueños y recuerdos o bien alguna película que nos ha gustado, el libro que estamos leyendo o el último capítulo de la serie de moda en la televisión.

Todos contamos, es una necesidad del ser humano, aunque hay que reconocer que no todos tenemos la misma elocuencia y habilidad comunicativa y que en algunos casos las narraciones han de ser interrumpidas por un pobre interlocutor desorientado que pregunta: "¿quién le dijo a quién?" o "eso ¿pasó antes o después?" y que zozobra en un mar de "no te escucho", "no te entiendo" o "¿me lo puedes volver a repetir?". Aún así hacemos nuestro mejor esfuerzo porque necesitamos contarnos, comunicarnos y relacionarnos con los demás.

 

Contar cuentos

Pero un día nos encontramos con una persona que cuenta cuentos. Y resulta que ese día, esa persona hace que se nos ponga la carne de gallina o que la sonrisa e incluso la risa o la carcajada nos tomen. Hace que suspiremos y que el corazón nos lata más de prisa o que las lágrimas broten y resbalen sin pudor. Hace que, por un momento, nos olvidemos de dónde estamos, de nuestras preocupaciones y de nuestra agitada vida. Hace que el tiempo se detenga o que se abra un enorme paréntesis, hace que nos vayamos a otro sitio y a otro tiempo. Y luego, dulcemente, nos hace recobrarnos.

Esto es una maravilla que no pasa con frecuencia ¿Qué tiene esa persona que lo ha conseguido?, ¿qué hechizo o encanto, qué magia practica?

La respuesta es sencilla: esa persona es una habladora, en el buen sentido de la palabra, y lo que cuenta son cuentos.

Pero si la gran mayoría nos expresamos oralmente para comunicarnos y con ello relacionarnos ¿qué tiene esa persona que cuando habla nos fascina y emociona?

Algo elemental, cuestiones de oficio.

 

El oficio

La persona que cuenta cuentos se sabe inmersa en el mundo de la oralidad. En ese espacio sonoro en el que el discurso desaparece tan pronto como se articula y en el que, por tanto, no hay ningún lugar físico, fuera de nuestra mente, donde podamos reprender el hilo si lo hemos perdido. Los sonidos no se pueden ver, no se pueden consultar, "las palabras se las lleva el viento".

Lo que sucede en ese universo sonoro es inmediato y siempre tiende a unir, a crear una relación con el otro.

Lévi-Strauss explica que "si reparamos en las realizaciones de la humanidad siguiendo los registros disponibles en todo el mundo, siempre verificaremos que el denominador común es la introducción de algún tipo de orden" (1), y la oralidad no es una excepción, tiene reglas que logran un acuerdo, o entendimiento, entre el emisor y el receptor. Una regla básica es la utilización de un sistema determinado de signos, es decir, un lenguaje.

 

Las herramientas

La persona que cuenta cuentos sabe que para moverse en el mundo de la oralidad su principal herramienta es el lenguaje oral y por ello se ha preocupado de ser diestro en su manejo conociendo sus componentes y aplicándolos de la mejor manera posible.

Es consciente, por ejemplo, de la importancia de su voz y sabe que ha de ser armoniosa. Algo así como la perfecta ensalada que combine equilibradamente ingredientes como el tono, el ritmo, la velocidad, el timbre o la intensidad sin dejar de lado las dosis necesarias de entonación, resonancia, claridad e inflexión.

Sabe que las palabras que salen de su boca han de ser articuladas con precisión y cuidado porque que cada una es una piedra preciosa. Su labor es como la del cortador de diamantes que ya en bruto son valiosos, pero que adecuadamente pulidos son para toda la vida.

Colocando esas palabras-gemas en una posición ponderada, antecedidas y seguidas por la palabra-gema ideal en un orden necesario, tratará de hilar un hermoso collar que será único.

Es muy conciente de para quién esta hilando ese collar, está ahí, con ella, compartiendo un tiempo y un espacio. Por eso utiliza las palabras que intuye más adecuadas y precisas. Sabe cuáles deben ser porque lo lee en la cara, lo huele en la mirada, lo siente en el cuerpo del que esta ahí, del que le escucha. Este es uno de los trucos de la persona que cuenta cuentos, ser una gran "escuchadora":

"El signo más visible de una buena competencia comunicativa recae precisamente en la capacidad de escuchar. Y saber escuchar quiere decir ser capaz de hacerlo con todos los sentidos, con los ojos, la cara, los oídos, las manos y todo el cuerpo." (2)

 

El ejercicio del oficio

Y se lanza entonces a contar mentiras, fabulaciones. A crear y recrear ficciones, cosas que no son así ni serán así, pero que cuando esa persona las cuenta, suceden. Y todos necesitamos escucharlas porque necesario es para aprehender la vida.

Y entonces utiliza otro de sus trucos, uno de fina estrategia: combina lo mejor que sabe y puede la entonación, la melodía y la velocidad con el ritmo, los silencios, las pausas y el volumen. Porque su experiencia le dice que, por ejemplo, un tono agresivo crea tensión en los receptores y un ritmo monótono distrae la atención.

Siguiendo con la estrategia busca miradas. Sus ojos tratan de encontrar la mirada del otro para sentirse cerca y romper posibles barreras, además de compartir emociones y sentirse escuchado.

Y todo esto se adereza con sus emociones, que con toda sinceridad asoman por el balcón de su rostro:

"Las emociones son un pequeño milagro de nuestro cuerpo que lucen, sobre todo, en la cara" (3)

En el ejercicio de su oficio trata de poner toda su emoción y conocimiento, su habilidad y su arte porque tiene muy claro su objetivo: quiere seducir con la palabra.

Y sabe que si lo consigue habrá un momento, tal vez solo un instante que será único e irrepetible.

 

La atención al cliente

La persona que cuenta cuentos sabe que no tendría razón de ser si el otro no estuviera, solo existe si es escuchado. Y sabe también que mientras cuenta está inmersa en un viaje que discurre siempre adelante. Un viaje en el que no hay marcha atrás y que no tiene sentido si se hace en solitario.

Por eso cuando cuenta procura que sus pasos contengan el paso de los demás, trata de interpretar reacciones, intuir deseos y percibir emociones; mira de escuchar para ser escuchado.

Cuando en mayor o menor medida lo logra, cuando consigue compañeros de viaje o dicho de otro modo, orejas dispuestas a seguirlo, continua escuchando para construir conjuntamente un camino novedoso y cambiante: ahora más llano o con un trecho que habrá que pasar de puntitas más adelante y posiblemente después un atajo; siempre un camino placentero y asequible para todos los viajeros. Esa persona que cuenta cuentos disfruta de conocer el final del trayecto, o el final del cuento, pero disfruta aún más cuando consigue viajar en compañía.

 

La narración oral de cuentos

Si esa persona nos ha hecho estremecer, soñar, pensar en otros mundos posibles contándonos cuentos, conoce su oficio. Un oficio que podríamos definir como "narración oral de cuentos", o como "contar cuentos de viva voz".

Sea como fuere, este es un oficio de creación y recreación que en todo momento, sirviéndose de la belleza, trata de infundir deleite espiritual, características propias del arte.

Es también un proceso, una serie de acciones que son sucesivas y cambiantes en las que no se puede dar marcha atrás. Acciones en las que siempre participan como mínimo dos personas, la que habla y la que escucha que se relacionan a través del intercambio y la interpretación. Es decir, este oficio es también un hecho de comunicación que utiliza como propio el lenguaje oral.

Y ese hecho, ese momento de relación y disfrute en que la palabra sonora nos acuna, es un suceso efímero.

Así pues, la persona que practica este oficio, podríamos llamarle narrador oral de cuentos, no solo sabe qué y cómo lo hace, sino que sabe además que su materia primera son los cuentos. ¿Y qué son los cuentos? Las mentiras más maravillosas que la mente humana ha concebido y de los que tenemos mucho que hablar y mucho que aprender.

 

1 Lèvi-Stauss, Claude, Mito y significado , p.31

2 Serrano,S., El regal de la comunicació, p.91

3 Ibíd., p.125

Enviado por su su autora, Martha Escudero, para Red Internacional de Cuentacuentos.

Publicado en en la Publicado en revista Tantágora no. 2 Primavera 2006 // Prohibida su reproducción sin permiso de su autora.

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