Contadores de historias: guardianes de las culturas populares

 

por Benita Prieto (Brasil) (Traducción: Maryta Berenguer)

 

En Brasil, hablar de literatura oral es hablar de algo que muchas personas piensan que no existe. El proceso de crecimiento y desarrollo ha hecho que algunas manifestaciones culturales vayan dejando de ser entendidas como propiedad del pueblo.

Vemos el caso del Carnaval, posiblemente la mayor fiesta popular del mundo.

En ella, los comparsas se entregan a sus deseos genuinos y primitivos, sin saber que rehacen, tal vez atávicamente, lo mismo que hicieron todas las generaciones anteriores.

Específicamente con relación a la literatura oral, nos estamos alejando de ese rico acervo por pensar que todo son historias imaginadas, leyendas, supersticiones. Pero, si tuviéramos oportunidad de sentarnos alrededor de una hoguera, lo ancestral nos penetraría hasta producirnos deseos de contar las historias oídas de nuestros abuelos.

En definitiva, el cuadro actual de todos los medios de comunicación de Brasil es confuso en lo que se refiere a este tema.

Muchas veces la literatura oral es usada y no es referenciada como fuente, olvidando que el folclore, como patrimonio de la humanidad, no puede ser aprisionado y usado en favor propio.

Los programas infantiles son un ejemplo. En ellos, suelen ser utilizados cuentos populares y a menudo, también cuentos de autor, sin decir ni mencionar de dónde fueron obtenidos o por quien han sido contados; interfiriendo con cuestionables consejos en otros aspectos de las culturas populares. Ésa es una manera bastante liviana de tratar algo que no nos pertenece individualmente.

Tenemos buenos ejemplos de circulación de literatura oral, como se mostraba en el programa Som Brasil, de Rolando Boldrim, en las décadas del 70 y 80, en TV Globo con el Canta Conto, de Bía Bedran y en la TV Educativa de Río de Janeiro.

También existieron excelentes programas de radio con gran suceso entre los niños, como el Tá na hora de dormir, de Marcio Trigo, recreando historias de Andersen, Hermanos Grimm, cuentos populares y leyendas indígenas.

En ese momento hay un espacio vacío en la programación cultural de los medios para ser llenado que cuando esta bien ejecutado, da bellos frutos.

Sólo recordar, por ejemplo, algunas cosas hechas para el Fantástico, de TV Globo, dónde ya vimos muchas de esas manifestaciones que fueron exhibidas, como A Cidade dos Lobisomens, A Associação de Criadores de Sacis, Os Pescadores que Acreditam ter Estado com Entidades do Mar. Cuando esas cosas acontecen, pueden promover buenos temas para la industria, los bancos, las escuelas, las casas, los bares.

La literatura oral está conectada con el pasado de generaciones de familia. Nuestro país tiene una amalgama enorme y que varía de acuerdo con la región brasilera, pues somos una mezcla de pueblos europeos, africanos, indígenas y asiáticos. Ese caldero de culturas posibilita la existencia de muchas comunidades narrativas. Si tomamos como ejemplo una favela de Río de Janeiro, sabemos que allí podemos tener historias de varias partes del Brasil, debido a la migración interna en busca de mejores condiciones de vida. Por eso, es fundamental fomentar a los jóvenes con deseos de preservar historias particulares de la comunidad narrativa a la que pertenecen. Ellos deben ser estimulados para que traigan las historias que conocen, para que sientan orgullo de ellas y pasen a contarlas en todos los espacios posibles. Y ahí podemos incluir a la TV, a la radio, a Internet, o el cine. Los jóvenes son, sin duda, nuestra mayor inversión para la continuidad de ese eslabón y en ellos debemos apostar; pero es preciso una cierta técnica para hacer la recolección de los cuentos.

Es importante no interferir en la hora de la narración, recolectar el cuento en el lugar donde normalmente es contado y no confiar en la memoria o en lo que escribimos, sino grabando todo para una futura trascripción.

Existen muchos libros que muestran textos recogidos, donde, en primer lugar, está el texto tal cual fue dicho por el contador, y a continuación viene una traducción o versión hecha por el investigador. Es una buena manera de registro. Claro que el contador popular puede sufrir interferencia de los espectadores, siguiendo otros rumbos a la hora de la narración, pero siempre habrá una estructura mínima respetada por él. Esa estructura, juntamente con el estilo que fue preservado, será nuestra fuente de estudio y nuestra matriz.

Es una pena que la escuela sea normalmente muy presuntuosa con las manifestaciones populares, olvidando la multiplicidad regional, los saberes del pueblo, el conocimiento tácito. Podemos incluir en ese pensamiento desde la escuela elemental hasta la universidad. La literatura oral no es valorizada o es reducida al más simple registro posible.

Imagínense que podamos decir que los lobisones pueden representar, en un país como el Brasil, a todos los personajes del folclore que son peludos y comen gente. Es apenas una forma económica de decir que el folclore está siendo transmitido apenas a través de la red escolar, y lo que es peor, solamente en el mes de agosto. Como si en resto del tiempo no pudiéramos usar los conocimientos recibidos de las generaciones que nos precedieron. El problema es un total desconocimiento de la importancia del tema.

Es bueno recordar que existe hoy un diálogo y un tránsito permanente entre la literatura oral y la literatura escrita. Los grandes escritures del mundo beben de sus fuentes culturales e históricas, hacen relecturas, profundizan puntos de vista.

En el Brasil, tuvimos algunos autores/ investigadores que contribuyeron en forma decisiva en este diálogo. Tenemos varias generaciones criada con la literatura mágica y esencialmente brasilera de Monteiro Lobato, el inventor del Sitio de el Picapau Amarelo. Tenemos también a Mário de Andrade y Luis de la Cámara Cascudo , cada cual a su manera, valorizando los saberes del pueblo para construir en nuestro imaginario la fuerza de la narrativa.

Lo ideal es no cerrar nunca las puertas del corazón, nunca rechazar la "aldea" de donde venimos.

Ahora que no se puede hacer una división entre literatura oral y literatura escrita, los contadores de historias urbanos podemos aproximar esos dos mundos, colocando la literatura escrita alrededor de una hoguera mítica y valorizando a la literatura oral, dándole status de saber .

Todo lo dicho hasta aquí viene a reforzar la importancia que tienen los contadores de historias para la preservación de la cultura popular, pero, como no hay en el Brasil una formación específica en el arte de contar historias, el in teresa do en hacerlo tiene que ser autodidacta.

Debe leer mucho, estudiar mucho, ver otros contadores, descubrir su estilo de contar o el género de la historia que le da placer. Evitar copiar el repertorio que ve, buscar nuevas fuentes, usar otras miradas. Y principalmente, usar sus propios recursos. Cada contador tiene sus sutilezas a la hora de narrar. Por eso, la misma historia puede ser contada de varias maneras y todas serán bellas desde que surjan de la verdad de quien cuenta.

Somos contadores en la esencia, estamos durante toda la vida construyendo historias. La narrativa surge del día-a-día. Una mirada para adentro puede ser el disparador de ese arte en cada uno de nosotros.

Lo más importante es entender que la literatura, sea oral u escrita, es para ser jugada, disfrutada, compartida, Seamos, entonces, solidarios en la vida y en los cuentos. Dándonos la mano, vamos a atravesar el camino donde nuestras historias se cruzan, se completan , se construyen.

Enviado por su autora, Benita Prieto, a la Red Internacional de Cuentacuentos. // Prohibida su reproducción, total o parcial, sin permiso de su autora.

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