EL PAPEL DE LA MUJER EN LOS CUENTOS POPULARES

 

por Antonio Rodríguez Almodóvar (España)

 

Una cierta moda culturalista ha puesto en entredicho el papel de la mujer en los cuentos populares. Según esa opinión, la parte femenina de la especie sólo estaría ocupada en los relatos tradicionales por el estereotipo de la princesa pasiva que aguarda al príncipe azul, la esposa obediente o la mujer mandona. Desde luego, estos roles no están muy lejos del perfil medio que presentan las heroínas en los cuentos ya adaptados, mutilados y banalizados por la mentalidad burguesa. Pero tiene muy poco que ver con lo que ocurre --ocurría- en los auténticos cuentos folclóricos de la cultura campesina indoeuropea, los que a duras penas han llegado a nuestros días con la tradición oral.

Examinando de cerca el riquísimo patrimonio de los auténticos cuentos populares, el asunto es mucho más complejo y en no pocos casos contrario por completo a ese estereotipo. Mas para acercarnos a las profundas verdades que encierran los significados de la vieja narrativa campesina, antes hay que establecer algunos principios generales, derivados de una observación atenta del conjunto de esos cientos de historias. (Tarea, desde luego, que no se puede improvisar y que requiere de muchos años de estudio).

En primer lugar, la estructura interna de la cuentística popular se caracteriza por una acusada tendencia binaria y compensatoria, en paralelo con un discurso autocrítico y transgresor. Lo binario empieza por la clasificación en dos grandes grupos: los cuentos maravillosos y todos los demás. Estos, a su vez, se subdividen en otros dos: los de costumbres y los de animales. Pero aun dentro de los maravillosos volvemos a encontrar nuevas dualidades, como una que aquí interesa particularmente: cuentos de la princesa encantada, frente a cuentos del príncipe encantado. Entre los primeros están los relatos donde, efectivamente, un héroe valiente ha de rescatar a una princesa secuestrada o encantada, tipo La Bella Durmiente . Pero los segundos están consagrados al modelo contrario, tipo El Príncipe Lagarto , donde una audaz jornalera es capaz de penetrar en el castillo encantado y liberar al príncipe. Más aún, en este grupo está El Príncipe Durmiente, historia contrapuesta a la de La Bella Durmiente, que un colaborador de Machado y Álvarez pudo rescatar, casi perdido, a finales del siglo XIX, y que, naturalmente, nunca había pasado a la letra impresa, porque no interesaba a aquella mentalidad pequeño-burguesa. Más todavía: dentro del relato de La B ella Durmiente , su segunda parte es la de una heroína tremendamente activa, que ha de preservar valientemente la integridad de sus hijos de las acechanzas de una suegra edípica, que los quiere devorar, mientras el Príncipe está en la guerra. Lo que pasa es que esa parte quedó eclipsada por las adaptaciones posteriores del relato de Perrault.

En el acervo español, quizás el caso más llamativo de heroína activa, entre los cuentos maravillosos, sea el de Blancaflor, la hija del Diablo. E sta extraordinaria narración, que encierra la matriz de la historia de Medea, explicita perfectamente el cambio de protagonismo, de héroe a heroína, al pasar de la primera a la segunda parte de la historia, donde Blancaflor ha de conducir muy eficazmente la acción, hasta la liberación del propio héroe. Otra dualidad importante es la oposición entre --Cenicientas-- y --Cenicientos--, éstos últimos igualmente escamoteados en las adaptaciones literarias. En español, el más notable es el de La flauta que hacía a todos bailar, que cuenta la historia de un muchacho marginado por su madrastra, y con un tratamiento cómico, que está señalando al factor autocrítico que antes enunciábamos.

Pero sin duda el caso más notable, donde se evidencia todo a la vez, lo dual-transgresor y lo autocrítico, es el de La niña que riega las albahacas. Aquí el sistema todo encuentra su punto de inflexión, de gravedad y de articulación. Frente al modelo de los cuentos maravillosos, es un relato de costumbres desvergonzado, donde el príncipe ha quedado reducido al papel de embaucador de doncellas, que será castigado por Mariquilla de la manera más chusca. Frente al estereotipo de heroína pasiva, será ella la que lleve el peso de la narración en todo momento. Y frente al supuesto conformismo de la mujer ante el dominio del hombre, será éste quien quede en evidencia pública por la subversión de valores que lleva a cabo la simple hija de un mercader. Como se ve, el elemento social y de crítica al estamento nobiliario no es ajeno a este conjunto de elementos. Pero ello tampoco interesaba a la cultura oficial, que lo anuló siempre que pudo.

Cierto es que entre los cuentos populares hay también muchos cuentos misóginos, pero éstos sólo son una parte de los cuentos de costumbres, aunque potenciados interesadamente por la cultura machista. Son además los más tardíos de la tradición, pues se corresponden ya con la etapa de asentamiento de la cultura agraria. No es raro que sean los que predominan en las colecciones escritas medievales, de donde procede esa sensación interesada de que todos los cuentos ridiculizan el papel de la mujer. Pero aún en estos, cuando se ven de cerca las versiones auténticamente populares, se advierte que lo que se está poniendo en solfa no es tanto el papel presuntamente taimado de las féminas, como la vigencia de la institución del matrimonio, que acaba siendo fuente de conflictos, incluidos los que derivan de la infidelidad. Ésta, por más señas, ocurre siempre en el ámbito de las relaciones del cura con sus feligresas, o de las monjas con el cura, como burla añadida del celibato. Ni que decir tiene que tales historias tampoco entraron, o muy poco, en las colecciones impresas.

Por su parte, los cuentos de animales, como subsistema común a los maravillosos y los de costumbres, han acogido metafóricamente no pocos de estos conflictos. Así el de La olla de miel narra la historia del fallido matrimonio entre la zorra y el lobo, donde la vulpeja sale triunfadora, gracias a su mayor inteligencia, de las pretensiones de dominio del lobo. Lo que pasa es que ese cuento apenas salió tampoco de las fronteras de la tertulia campesina.

Tras esta rápida visión de conjunto, tal vez podamos introducir otra reflexión relativamente reciente, casi obligada por el éxito de lectores, sobre todo lectoras, que ha tenido un libro muy singular: Mujeres que corren con los lobos , de la psicoanalista Pinkola Estés (Punto de Lectura, Barcelona, 2001). A partir de los instrumentos analíticos de la escuela junguiana --el inconsciente colectivo, principalmente- muy enriquecidos por la autora, se nos plantea una visión del papel de la mujer en los cuentos tradicionales, que contradice también el supuesto estereotipo de la heroína pasiva, pero desde un punto de vista que quizás no contente a las feministas, o por lo menos a las más radicales. --La psicología tradicional --dice esta estudiosa- se muestra muy parca o totalmente silenciosa a propósito de las cuestiones más profundas e importantes para las mujeres: lo arquetípico, lo intuitivo, lo sexual, lo cíclico (...)--. En otros momentos lo llamará --el ser alfa matrilineal--, --naturaleza innata y fundamental de las mujeres--, --lo otro--, --los océanos del universo--, --los bosques lejanos, --el río bajo el río--, --La Mujer Grande--, --Luz del Abismo--, --La Loba-- o --La huesera--. Es ese ser natural, salvaje y poderoso, que duerme bajo capas culturales, lo que interesa destapar a la doctora Estés, y el que rastrea a través de historias como Barbazul o Baba Yaga. De éste último tenemos en español un equivalente precioso en el cuento de Los tres toritos (Cuentos de la Media Lunita, nº 15), una de las muchas formas que entre nosotros adquiere la historia de Blancanieves. Según este curioso enfoque, el que la niña se dedique a lavar, fregar o cocinar para sus hermanos en el bosque, no debe interpretarse como un signo de sometimiento de género, sino muy al contrario, del poderío secreto de la mujer para poner orden en el mundo. --Lavar la ropa es una metáfora a través de la cual aprendemos a presenciar, examinar y asumir una combinación de cualidades. Aprendemos a clasificar, remendar y renovar la psique instintiva por medio de una purificatio , un lavado o purificación de las fibras del ser--. --Cuando las mujeres limpian el espacio, la naturaleza salvaje se desarrolla mejor-- Y también: --Para poder mantener una relación con lo antiguo femenino hay que guisar mucho--. Como se ve, la polémica está servida.

 

(c) Antonio Rodríguez Almodóvar

Enviado por su autor, Antonio Rodríguez Almodóvar, para Red Internacional de Cuentacuentos.

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