La viuda fiel

Estando una señorita

bordando paños de seda,

vió venir un caballero

por lo alto de la sierra.

Acercóse y preguntóle

si venía de la guerra.

--De la guerra, sí, señora,

¿qué tiene allá que le duela?

--No tengo padre ni hermano,

ni nadie de quien me duela,

tengo allí a mi marido

siete años hace en la guerra,

sin recibir una carta,

sin enviarme una letra.

--Dígame usted, señorita,

¿qué señas son las que lleva?

--El caballo es peliblanco,

la silla dorada y negra,

él, su cintura delgada,

y el color de una doncella,

la su cintura delgada

que en un anillo cogiera.

--Por las señas que usted da

muerto quedaba en la guerra,

los ojos llenos de sangre,

la boca llena de arena,

el caballo tenía a los pies,

la silla de cabecera.

--¿Quién me vestirá de luto,

quién me calzará de seda,

los mis hijos pequeñitos

quién los mandará a la escuela?

--Yo la vestiré de luto,

yo la calzaré de seda,

los sus hijos y los míos

juntos irán a la escuela.

--Yo me calzaré de luto,

yo me calzaré de seda,

los mis muchachos pequeños

yo les mandaré a la escuela,

pa que vayan más contentos

les daré cartilla nueva.

Otro día a la mañana

se marcha a misa serena,

y a la vuelta de una esquina

con el caballero encuentra.

--¿Por quién viste usted de luto,

por quién calza usted de seda?

--Por mi marido, señor,

que muerto estaba en la guerra.

--¿Quién le ha traído tal noticia,

quién la ha traido tales nuevas?

--Un caballero ayer tarde

que venía de la guerra.

--Déjese usted, señorita,

el caballero yo era,

porque el juicio de las mujeres

ya sabemos dónde llega,

que es como el vaso de vidrio

que en cayendo luego quiebra,

y como la hoja del árbol

que habiendo aire lugo llega.

 

 

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